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Cómo restaurar objetos de metal
Desde hace ya muchos años la restauración de objetos ha cobrado fuerza dentro y fuera del hogar. Cabeceros de cama, lámparas, mesas, sillas, y enseres de labranza, entre otros, han ido haciéndose hueco en nuestras estancias y jardines. No obstante, la restauración es un arte que debe respetarse. Por supuesto, cada uno es libre de tener una opinión y gustos propios. Pero, restaurar no es recuperar el objeto a su estado original, restaurar es eliminar el deterioro que amenaza con destruirlo, sin destruir los rastros de su edad e historia.
Hoy vamos a intentar guiaros en una restauración de objetos de metal, con recomendaciones de herramientas y productos. Sólo hace falta cariño y un poco de esfuerzo para obtener piezas de las que sentirnos orgullosos, cogiendo el legado del pasado y dándole futuro.
Antes de comenzar hay que resaltar que todo trabajo físico conlleva el uso de medios de seguridad adecuados. En el caso que nos ocupa: guantes, ropa cómoda pero que nos cubra por completo y mascarilla. En caso de recurrir a herramientas eléctricas, debemos añadir gafas y tapones para los oídos.
1. Eliminar la cascarilla de óxido y la pintura suelta. Con el tiempo el óxido se acumula en forma de laminas que se superponen. Algunas se desprenden por si solas, debilitando el metal al restarle espesor. Pero en las uniones de piezas se superponen hasta el punto de deformar los componentes más débiles.
Por medio de un cincel o con cepillos de alambre, iremos arrancando capa a capa hasta alcanzar una base sólida, no es necesario eliminar la totalidad del óxido, pero si alcanzar la raíz. De lo contrario, cualquiera de nuestros tratamientos se verá imposibilitado para penetrar y la corrosión seguirá trabajando desde el interior. Además de estos sistemas manuales, existen herramientas tales como cepillos para taladro, rebarbadora con discos abrasivos, minitaladros con fresas para metales, o cualesquiera otras herramientas eléctricas que puedan ayudarnos a agilizar el trabajo. Así mismo, eliminaremos toda la pintura que no tenga un soporte firme sobre el metal. Llegados a este punto, debemos tratar el tema pintura: si se conserva la pintura original, lo ideal sería mantener toda aquella que se encuentre en buen estado, matizando sus extremos con lija de modo que la superficie quede lo más suave al tacto que sea posible. Si por el contrario la pintura es una sucesión de capas lo idóneo es eliminarla y dejar la pieza lo más próxima posible a su estado original.
En muchos casos nos encontraremos agujeros o faltas de materiales que pueden o no afectar a la estructura. Si no existe afectación pero afean en exceso la pieza, procederemos a rellenar los huecos con masilla de poliester por medio de espátulas de carrocero. Estos emplastes, una vez lijados, en lugar de tratar de disimularlos, podemos pintarlos con algún tono que no trate de ocultar su existencia, sino, de aportarles adaptación al conjunto. Si la estructura se ve comprometida, no queda más remedio que cortar por lo sano, literalmente. Buscar la zona sana cortar, preparar una pieza del mismo tamaño y soldar. Finalmente, y al igual que con la masilla, lo mejor darle un color que lo integre.
En el caso de metales distintos del hierro o acero, generalmente los encontraremos sin pintar. Deberemos tratarlos con lijas de grano muy fino, generalmente las mejores, son lijas al agua. Eliminaremos todos los restos hasta dejar el metal pulido y brillante.
A estas alturas ya os habréis percatado de la dureza que esta tarea conlleva, pero lo que de verdad debéis tener en cuenta, es que es la parte más importante y que del acabado que consigamos, dependerá totalmente el resultado final. Además el resto de fases son de ejecución sencilla. Es ahora cuando debemos invertir la mayor cantidad de tiempo que tengamos para esta tarea.
2. En caso de hierros y aceros, utilizaremos tratamiento con convertidor de óxido. El convertidor de óxido es un producto que transforma la corrosión en una capa de antioxidante. No se puede pedir más, transforma al peor enemigo en aliado y es de fácil aplicación. Por medio de una paletina de tamaño medio daremos una capa a toda la superficie, haciendo especial hincapié en las zonas de más difícil acceso. En el caso de tubos o perfiles huecos, podemos introducir una varilla para arrastrar las impurezas y posteriormente, inyectar convertidor tratando de mover el objeto en la mayor cantidad de posiciones posibles para que se impregne tanto como se pueda el interior.
Dejaremos actuar el producto en base a las indicaciones del fabricante. Generalmente tres horas. Recomiendo repetir el proceso, aunque en ocasiones podría ser suficiente, sobre todo si el objeto se encuentra en buen estado y no es muy ornamentado. Finalmente, retiraremos los excesos de producto por medio de trapos.
3. Lacado con un barniz para hierro en caso de hierros o aceros, o barniz para metales en caso de: cobre, bronce, plata, alpaca... . Este paso es opcional dado que altera levemente el acabado de la pieza, pero ha de tenerse en cuenta que ayudará a conservarla y nos mantendrá aislados del óxido, que aún tratado, no deja de ser óxido.
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* A día de hoy, no disponemos del barniz para hierro, si el de metales.